La religión única o el sincretismo universal

El Secretario General de la ONU, Kofi Annan, en el año 2000, y en el discurso inaugural de la sesión especial de la Asamblea General llamada Beijing+5, hizo suya una afirmación de las organizaciones eco-feministas enroladas en la Red Día de la Tierra:

Nosotros no somos huéspedes de este planeta. Nosotros le pertenecemos”.

De este modo, Annan señaló una constante en los intentos de “reingeniería de las religiones”, un panteísmo cada vez menos disimulado, que informa lo que en documentos oficiales la ONU se llama globalización de las creencias religiosas.

En este contexto hay que encuadrar este “culto” al Día de la Tierra, informado por la Carta de la Tierra y con las organizaciones que la promueven como son:

  • El Consejo de la Tierra
  • El Centro Inter-confesional del Diálogo, (también llamado Templo del Entendimiento Universal)
  • El Global Forum of Spiritual and Parlamentary Leaders for Human Survival
  • Diversas organizaciones eco-abortistas
  • Indigenistas (cultos a la Pacha Mama, la Madre Tierra)
  • Lesbofeministas (cultos a la diosa Gaia)
  • Sectas orientalistas como la Bahá´í International Community
  • La institución new age pro-homosexual, que, por ejemplo, organizó en Miami (1992), la Conferencia Mundial para el Desarrollo de la Mujer y el Medioambiente, en la que propuso una serie de tesis a favor del aborto seguro y legal como derecho de las mujeres y como medida para la protección del medio ambiente.

Un miembro del Consejo de la Carta de la Tierra y Premio Nóbel de la Paz, declaró:

“hay que volver a reescribir la Biblia. Una Biblia, en el que el hombre, el medio ambiente y Dios formen parte de un todo en el que no haya diferencias, para romper con las tradición abrahámica del Judaísmo, el Cristianismo y el Islam, dominada por el antropocentrismo en el que se le da a la naturaleza una importancia secundaria” (NG 671).

Luego, el ser humano no se distingue esencialmente de las demás criaturas animadas o inanimadas y, además se le debe considerar el “mayor depredador de la naturaleza”.

No se trata de ignorar el problema ecológico tan ampliamente expuesto por Juan Pablo II en su magisterio, sino de evitar que a través del ecologismo caigamos en un indiferentismo o un igualitarismo religioso inmanentista y neo-panteísta.